martes, 19 de octubre de 2010

apertura de dragón

El plan, que aunque simple debería ser efectivo, era el siguiente: Yo tenía que distraer a Chamorro mientras Cecilio recuperaba la pava. El asunto es que, a esta altura, Chamorro ya no confiaría en mí; Sabría que si yo iba a buscarlo era porque el otro viejo me había mandado.
La cosa era distraer a Chamorro de alguna manera; A Pastrami sólo se le ocurrieron dos cosas: Comida o Mujeres; Si podían ser combinadas, mejor.
Pero no contábamos con ninguno de estos recursos en esos momentos. Lo primero que se me ocurrió fue llamar a mi mujer para que nos ayudara pero la perspectiva de un incipiente divorcio me convenció de que era una mala idea.
Por otro lado, un buen plato de locro con somnífero no era tan dificil de conseguir pero el problema era que ninguno de los dos podía llevárselo y no creí que Chamorro fuera tan estúpido ( no tan...) de comerse un plato de locro dejado por un alguien en frente de su cabaña.
Así que convencí a Cecilio de que la idea del locro no era tan buena como él pensaba y no me quedo otra que bajar a la quebrada a buscar a la coyita que vende quesillos a los turistas a precios de oro.
Dice Cecilio que Chamorro le tiene unas ganas bárbaras (aunque intuyo que él también) y que siempre le anda tirando los galgos con sugerencias no de todo decentes.

La quesillera, que se llamaba Sandrita ( y que se enojaba si alguien no usaba el diminutivo para referirse a ella) era, como cualquiera imaginará, tirando a bajita y con una linda sonrisa de conejo. Yo no la encontraba particularmente atractiva aunque imaginaba que el atributo que tanto Chamorro como Cecilio más valoraban era su poderoso busto, además del acceso indiscriminado a los consabidos quesillos.
Tenía cara de buena Sandrita; Tenía cara de ser de esas minas que te hacen el favor sin pensarlo dos veces, sin histeriqueos, sin idas y vueltas. Conservaba un poco de la ingenuidad de la juventud a pesar de que ya andaba por los veintilargos y aparentara diez más.

La encontré intentando acomodar su puesto y sus tetas al mismo tiempo. Se veía que el corpiño le tiraba a pesar de que estoy seguro que usaba la talla más grande. Aparentemente la venta había ido mal aquel día, le quedaba un buen alto de quesillos en la bolsa todavía. Tenían buena pinta los quesillos...

- Tienen buena pinta esos quesillos. ¿Se pueden probar? - dije intentando hacerme el extranjero y me salió un acento desastroso. Empezábamos mal.
A ella no se le movió un pelo. Es más, ni siquiera me miró. Siguió acomodando bolsas dentro de otras bolsas; Bolsas que, a su vez, se encontraban dentro de otra gran bolsa de supermercado de varios colores. Me animé a repetir la frase y esta vez noté un microsegundo de duda en su odisea bolseril. Estó me animó y aclaré la garganta a propósito mientras daba un pequeño pasito hacia adelante. Ella resopló y se acomodó el corpiño al mismo tiempo que levantaba la cabeza pero sin dirigirme la mirada.

- No tengo ningún paquete abierto, don – balbuceó mientras sonreía entre dientes – pero están requetebuenos, pa qué le voy a mentir...
    No sé por qué, pero me jodió esa actitud. En realidad no tenía porque joderme que no me quisiera dejar probar sus quesillos. No tenía por qué dejarme hacerlo...¿Quién puta era yo? Pero me jodió y la quise joder yo también. Así que le tiré un palito:

    - Anduvo mal la venta no? - le solté sabiendo que me estaba metiendo en terreno peligroso.
    - Pocos turistas, don – me contestó la Sandrita arrastrando tanto las palabras que era imposible no sentir lástima por la suerte de la pobre – y los pocos que hay son bien miserables pué – completó devolviendome el palito. Me lo había prevenido Cecilio. Que la Sandrita era bastante avispada.  

    Allí me dí cuenta que mi plan de seducción no iba a llegar a buen puerto; Tenía que sacarme de la cabeza la idea de que yo tenía un aspecto inquietantemente atractivo para las mujeres.
    Decidí cortar por lo sano y morir como siempre: Garpando.
    Así que le acerqué un billete de cien:

    - Necesito que me lleves 200 pesos de quesillos a la casa de Pastrami. El dice que sabés como llegar. Te dejo cien ahora, la otra mitad cuando me los entregues -

    Y volví a subir.

    1 comentario:

    1. Lo pario...eso de garpar tambien es uno de mis karmas...pero buehh no ta del todo mal eh? se me hace que la voy a ir a ver a la sandrita esa....(por los quesillos digo)...

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