viernes, 24 de junio de 2011

quid pro quo

Regresé varias veces más a buscar a Cecilio pero, las pocas veces que no era forzado a regresar por la lluvia de piedras, encontré su choza vacía y sin ningún rastro evidente que que alguien estuviera viviendo allí.
Intenté llegar por otro camino, intenté acercarse sigilosamente (empresa bastante dificil considerando mi torpeza innata) , intenté protegido por la oscuridad de la noche. Todo en vano. No podía ver a Cecilio. Para colmo, quien fuera (yo estaba seguro que era el cabrón de Pastrami) que tirara aquellas piedras parecía afinar su puntería porque cada vez con mayor frecuencia comenzó a dar en el blanco.
A la vuelta no me quedaba otra que intentar sacarle alguna información a la Sandrita. Cosa que me exasperaba aún más que las piedras. La coyita era dura. Vaya si era dura.

- ¿Ninguna noticia de Pastrami hoy Sandrita? -
- El viejo de mierda ese se murió...
- ¿Y el cuerpo?  
- Estará tirao por ahí...
- Vos sabés algo y no me quéres decir...
- ¿Yo? ¿Qué voy a saber yo?
- Yo sé que sabes algo. Vos y el Chamorro ese le hicieron algo a Pastrami...
- Usted ta loco, Don...Bueno...Va a comprar o qué...?
- No me debías guita vos? Me parece que me debías un vueltito no?
- Un vueltito? Usted se equivoca Don...Hoy tan ricos los quesillos, no viera de rico que me salió esta tanda...
- Te compro si me decís como encontrarlo al viejo Pastrami...
- Cuantos paquetes quiere?
- Me vas a decir?
- Si se lleva cinco le doy uno gratis
- Y...Me vas a decir?
- Si...serían cien pesitos, seis paquetes. Para rechuparse los dedos...
- Seguro no?
- Segurisimo
- Ahí tenes. Ahora decime...
- Guardelos en la heladera. No se le vayan a...
- Que heladera ni heladera. Dónde esta Pastrami, me dijiste que me ibas a decir...
- En serio quiere saber dónde está el viejo de mierda ese?
- En serio
- El viejo asqueroso ese está muerto 


***

 Una vez que me convencí de que nunca lo iba a encontrar si no quería ser encontrado. Decidí que mi mejor chance era ganarme la confianza de la quesillera. Y creo que la única manera de hacer eso era acercarme una o dos veces por semana a comprarle quesillos.    
Pronto comencé a tener que regalar quesillos a amigos, vecinos y compañeros de trabajo. En la oficina comenzaron a hacerme un pedido semanal de quesillos, incluso mi jefe me pedía que le consiguiera un paquete semanal de quesillos para la esposa.
Por su parte, mi propia esposa comenzó a dudar de mis intenciones con la quesillera. ¿Por qué te importa tanto encontrarlo al viejo ese? Me recriminaba. “O estás enamorado del viejo o estás enamorado de la quesillera” gritaba cuando no encontraba lugar en la heladera por culpa de los quesillos amontonados...
Pero tanto esfuerzo tuvo, finalmente, su fruto.
Un día Sandrita me deslizó un manojo de papelitos. Parecía ese papel gris de mala calidad que se usa para envolver los fiambres y era probable que ese hubiera sido su función anterior porque aún tenía manchas de grasa.
Cada papelito tenía escritos dos o tres frases breves. Leí la primera:

“En los días de viento, el cielo y la tierra libran la batalla por los árboles
¿Alguna vez triunfará el cielo?
¿Algún día habrá árboles en el aire?”

- ¿Usted es escritor no? - me preguntó Sandrita
- No – dudé, no sé por qué dudé – No lo soy, sólo intentó publicar las cosas que Cecilio escribe. ¿Esto lo escribió él? - pregunté y ella calló.
- Él les puso Chaikus, en honor a no sé que cosa china o japonesa  
- ¿Quién? ¿Cecilio? ¿Lo viste?
- ¿Cuántos paquetitos se lleva hoy Don...? 

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