lunes, 22 de junio de 2009

Alptraum

No sé cómo, pero cierta noche terminé (aunque sería mejor decir comencé) en el lujoso penthouse de un hotel, lugar donde se desarrollaba una exclusiva fiesta swinger. La habitación estaba completamente en penumbras, a excepción de un espacio, un circulo de luz en el centro de la misma donde cada pareja hacia una pequeña introducción de sí misma.  
Todos iban con las caras tapadas. Yo no llevaba máscara pero sabía que jamás saldría de las sombras, estaba ahí solo para ver. Ni siquiera tenía pareja, aunque sentada a mi lado había una mujer gorda y negra (aunque no sé si era negra o solo la veía negra por la oscuridad reinante) que parecía excitada, que respiraba ruidosamente y se movía al compas de alguna música que solo ella podría oír, un ritmo lento y espeluznante que se me ocurría era una bossa nova sideral o, aún más lejana, una bossa nova plutónica.
La gorda parecía cada vez más excitada, a pesar de que las parejas que se introducían a sí mismas eran cada vez más menos atractivas; toda gente mayor, de 50 años para arriba, barrigas prominentes y penes flácidos en los hombres, las mujeres se defendían un poco más aunque ninguno llevaba con mucha gracia su condición swinger. El silencio era total. A su turno, cada pareja se situaba en el centro iluminado y procedía a, por decirlo de alguna forma, posar. Las mujeres lo hacían con más gracia, los hombres en absoluto, me pareció que era una competencia para ver quien lucía más ridículo. La tercera pareja casi me roba una pequeña carcajada. La mujer llevaba bien el rol de diva sexy a pesar de los cien kilos que debía pesar, el hombre parecía estar casi en su lecho de muerte. Creo que a duras penas se mantenía erguido, su pene parecía una chaucha, una vaina vacía, el se lo rozaba con el dorso de los dedos. Se daba pequeños cachetazos en el miembro y cachetazos , un poco más fuertes, en el culo de su pareja, ella podría excitar muy bien a un hombre pensé, con apenas cinco años y diez kilos menos.
Las parejas seguían su curso, ahora pienso que debería haberme sentido preocupado, en algún momento me tocaría, NOS tocaría, pero no lo estaba en absoluto. Yo era algo externo a esa celebración, de alguna manera sabía que no llegaría mi turno. Así fue, las seis parejas terminaron sus respectivas introducciones y comenzaron las presentaciones para los intercambios venideros y posteriores introducciones, de otro tenor ya, que no me atrevía a imaginar, ya fuera por asco, ya por terror. Esto (las presentaciones) también se hacía en el círculo de luz, donde también por turno, cada pareja , iba recibiendo a las demás. Al finalizar la presentación cada uno escribía algo en un papelito y lo depositaban en un cofre de un material verde y brillante, que yo recién veía, a pesar de su brillo.
 La ceremonia sería larga pensé, que hago aquí pensé a continuación, pero entonces, la mujer gorda y sexy (que era rubia, tenía el cabello de marilyn, la boca de marylin) apareció con su marido cayéndose a pedazos a su lado y pensé que todos escribirían su nombre en el papelito ¿usarían nombres en clave, nombres de fantasía, los nombres de flores, de árboles, de plantas, de animales, de estrellas de cine? Allí estaba Marilyn con Charlton Heston. En la oscuridad esperaban Bogart y Katharine, Brando y Audrey…

Por primera vez en la noche la gorda (la gorda negra, no la rubia)me miró y me susurró que estábamos perdidos, que no teníamos nada que hacer allí, que guardáramos silencio, al parecer el que respiraba fuerte ahora era yo. Cerca nuestro había una mesa con costosos relojes, joyas, había un fajo con una aceptable cantidad de billetes de cincuenta euros , a primera vista calculé que habrían más de mil euros, bastante más. Pensé en lo mucho que necesitaba el dinero (en verdad, en ese entonces necesitaba mucho el dinero) y en lo grosero que sería robarlo. Además, a lo mejor pronto nos tocaría el turno en el círculo de luz, pero yo no quería entrar con la gorda, yo quería entrar con mi esposa (pero Mariana estaría durmiendo). Sería mejor esperar y ver qué sucedería a continuación. 

Lo que sucedió después de esperar un considerable tiempo fue que la gorda negra se enfadó, no sé si conmigo, no sé si con los swingers, pero salió de la oscuridad y comenzó a gritar que a ella nadie le prestaba atención, alguien encendió una luz (todavía tenue aunque iluminando un poco más todo) para ver quién se quejaba tanto y muchos se sorprendieron de ver a la gorda allí. Creo que a mí nadie me vió. Yo estaba sentado, casi como una estatua, en un sofá muy alejado del centro. Lo raro fue notar que yo y la gorda (ahora la veía, no era negra, era morenita, del color de los canarios) no éramos los únicos que veíamos el espectáculo desde las sombras, había otros como nosotros, que también escapaban a la repentina iluminación. A mi derecha, bastante lejos, había otro, sentado en un sillón parecido al mío que también jugaba a parecer congelado. Me quedé observándolo sin hacer ningún movimiento, pero me tenté y cambié de posición mi brazo ligeramente, él captó el mensaje y movió la rodilla, incluso creo que vi el brillo de una mueca en la comisura de sus labios. Entonces entró Bukowski. 
La gorda morena seguía hablando en voz alta, quejándose sin razón (creo que todos estábamos de acuerdo en eso, aunque nadie hablaba); En el círculo de luz, tanto Marylin y Heston como la otra pareja parecían avergonzados, todos miraban al piso. La situación se había vuelto embarazosa y yo en cierta forma era culpable porque la gorda había ido conmigo. Allí fue cuando apareció el hombre alto, barbudo y canoso que, en un principio, confundí con Bukowski. Se lo veía bastante enfadado con la gorda, pero aún así mantenía la calma mientras le susurraba palabras al oído que poco a poco fueron calmándola y hasta se animó a soltar una risa que me pareció primero pícara y después obscena, por suerte nadie más que el hombre estatua notó esto, tampoco mi presencia. La gorda se rió un poco más y volvió a sentarse, pero esta vez más cerca del círculo iluminado, Bukowski intentó volver adonde sea que hubiera estado en un principió pero la gorda no lo dejó. Antes de que volviéramos a la oscuridad inicial ví cómo le tocaba el culo antes de que pudiera sentarse. 
Yo había visto fotos de Bukowski, y este tipo era idéntico; Pero Bukowski había muerto hacía tiempo, no podía estar aquí a menos que yo hubiera muerto sin darme cuenta y estuviera en algún tipo de infierno. Sinceramente no recordaba haber muerto, la otra opción que barajé fue estar soñando, todo se me presentaba tan irreal…Pero en mis sueños siempre despierto cuando quiero despertar… Sólo me quedaba pensar que la realidad es mil veces más irreal que el sueño, que la vida era mil veces más devastadora que la muerte, en fin y que un fajo de billetes de cincuenta euros no se va tan fácil de tu cabeza… 
Me estaba cansando del espectáculo y de todos ahí. Pensé en Juancho. ¿Qué haría él si tuviera ese dinero a su alcance? Ya estaría en su casa contándolo. Ya estaría a salvo. Ahora todo estaba oscuro de nuevo. Esperé un par de minutos a que todos se concentraran en el punto de luz. Conté hasta cincuenta y desde cincuenta a cero. Me levanté, tomé el fajo y me dirigí hacia las cortinas por donde habíamos entrado. Nadie me había visto, nadie me podía identificar.

Sin prisa fui hasta el ascensor donde había una larga fila esperando para bajar. Al parecer el Penthouse de los swingers no era tan exclusivo como creí, había un salón de baile en la misma planta y todos los caballeros de smoking que esperaban el ascensor provenían de dicho salón. No podía darme el lujo de esperar, no podía hacer la fila. Cuando comencé a bajar por las escaleras sonó la alarma.
La cosa se complicaba, estaba en el piso 57 y bajando por las escaleras no llegaría a tiempo. Abajo ya estaría lleno de agentes de seguridad, no tardaría mucho más en presentarse la policía, estaba bastante seguro de que nadie podría identificarme. La gorda no me delataría, si de algo estaba seguro era de que no le gustaban los azules. Pero si me cogían con los billetes encima se acababa todo. La única opción posible era esconderlos en algún lado y volver después a buscarlos. Mientras pensaba en mis posibilidades de escape y en el negro futuro que me esperaba si me cazaban bajé diez pisos. Me detuve porque tanta vuelta me estaba mareando. Salí del hueco de las escaleras y caminé por los pasillos que, a pesar de la alarma, estaban desiertos. En ese momento pensé que la alarma aquella parecía más de incendio que de robo. ¿Acaso no se estaría incendiando algo? Volví a las escaleras y seguí bajando, a lo mejor la alarma se debía a un incendio y no al robo, me repetí esperanzado.
En la quinta planta las escaleras terminaban, no había forma de bajar más que por cinco ascensores o por las escaleras eléctricas que terminaban en el vestíbulo. Me asomé al balcón que se abría a la gigantesca recepción y ví que no se trataba de ningún incendio. El lobby estaba lleno de policías. Controlaban a cada persona que bajaba de los ascensores y de las escaleras eléctricas. Algunos se organizaban para buscar planta por planta. Tenían perros, mascaras antigas y chalecos antibalas. A los perros los hacían olfatear unas ropas y no entendí bien por qué. ¿Si me buscaban a mí en que los ayudaría oler esas ropas que no eran mías?  
Como sea, debía salir de allí pronto. Volver a subir o buscar otra salida. Pero una idea mejor se me ocurrió, en el quinto piso estaban los comedores, a lo mejor tenían salidas de emergencia o montacargas por los que podría escapar. Me dirigí al más alejado del vestíbulo que, para mi alegría, estaba sin llave. Entré y todo estaba oscuro de nuevo, intentaba caminar sigilosamente pero mis pasos retumbaban, choque con dos sillas y con una mesa, en la mesa había cubiertos al parecer que cayeron al piso causando un gran estruendo ¿Para qué intentar ser silencioso si ya había hecho ruido para alertar a cinco cuarteles de policía? Llegué a la puerta que daba a la cocina (la puerta que asumí daba a la cocina, no tenía idea hacia donde iba, la oscuridad era total) y salí a un pasillo donde las cosas (las paredes, mis manos) eran un poco más visibles. Al final del pasillo estaba lo que buscaba, las puertas metálicas de lo que parecía ser un ascensor de servicio o de un montacargas. La puerta no tardó ni dos segundos en abrirse. Entre y ví que ya era de día.
Todas las paredes del ascensor eran de cristal. Podía ver el sol del amanecer brillando, la ciudad a mis pies, el problema era que el ascensor en vez de bajar, subía; Más alto, cada vez más alto. Comencé a preocuparme y a entender finalmente lo que ocurría. 
No había ninguna estructura que soportara al ascensor, el edificio donde debería haber estado el hotel había desaparecido, sólo podía ver un sol blanco a mi costado y la ciudad a mis pies. Entonces el ascensor se detuvo junto a otro ascensor. Yo sabía que el otro ascensor bajaba, que debía cambiarme porque este no se detendría, que intentaría llegar al sol y que en ese intento se derretiría. Pero ambos ascensores estaban muy lejos. Debería saltar y sólo tenía una oportunidad, entonces deseé despertar, deseé despertar con todas mis fuerzas, porque pensé, creí, supe que si caía y moría todo eso no había servido de nada. 
Entonces los ascensores comenzaron a tambalearse y parecían los dos pender de un hilo, ya ni siquiera subían o bajaban, los dos se desplomarían en unos segundos, una segunda vez quise despertar, ahora estaba seguro que era un sueño, sólo que no había despertado antes porque no había querido despertar, ahora quería despertar, la ciudad interminable observaba desde allí abajo amenazando esparcir mis huesos, mis sesos y mis ideas con sus durezas. 

Una cosa más me hizo darme cuenta de que estaba soñando, y fue lo último que pensé antes de despertar, estaba pensando en español y yo no hablo ni una sola palabra de español. 

En Castellón, Mediados de 2009

2 comentarios:

  1. Actualizando aquel pensamiento borgiano: ...a mi me enorgullecen un poco los blogs que leo. He aquí uno de ellos...

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  2. q exageracion mas amable de tu parte.
    un saludo

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